DEFORMES II
UN ESPACIO SIN SOBERANÍA. Jaime Muñoz Cuevas
Desformes es el nombre que ha tomado este encuentro de perfermistas que Gonzalo Rabanal viene realizando en Santiago de Chile desde el 2003 y que en noviembre del 2004 adquirió un carácter internacional con la presencia de performistas de Suiza, Holanda, Austria, Alemania, Argentina, Bolivia y Ecuador. Vía webcam se incorporaron otros países que le dieron al evento una sólida amplitud. De pronto en Santiago de Chile emerge una comunidad internacional en torno a la performance que reivindica sin alarde su derecho a un lugar, su derecho a existir en la escena cultural.
Se instalaron Principalmente en el viejo teatro restaurado Novedades, en la sala Isidora Zagers de la universidad de Chile y el estudio del instituto profesional Arcos que los acompaña nuevamente en esta aventura operando la transmisión simultanea por Internet.. Digo una aventura por que es un acontecimiento extraordinario que se realiza al margen y en la indiferencia de cualquier política cultural del estado. Es verdad que es fácil ser confinado a la indiferencia de un poder que cree que la política cultural consiste en esperar a que vengan a golpear su puerta como lo harían los que ya no tiene derechos y viven de la benevolencia de los poderosos
¿ De qué derecho se hablará cuando se ignoran los derechos de los sin recursos?
¿Quedó en evidencia en Santiago una vasta comunidad de artistas de performance que aspira a crecer, encontrarse de tiempo en tiempo para mostrar y comentar sus trabajos alejados de toda idea de espectáculo entretenido al estilo de los “carnavales culturales” que se importan con gran estruendo y furor del Brasil vacíos aquí de la significación popular de sus orígenes.
Deformes propone espacios donde pueden constituirse comunidades que celebran el intercambio de experiencias y generan nuevos horizontes de sentido a través del encuentro. Es otra realización más de la utopía de un mundo de artistas espectadores y espectadores artistas al cual por otra parte la técnica hoy nos invita.
Pudimos ver el quiebre pero también el dialogo entre los performistas que vienen de las artes escénicas y los que vienen de la plástica, del audiovisual u otras formas de expresión. Los primeros se apoderaron del escenario mientras que los segundos se instalaron en la sala o en espacios públicos haciendo un corte simétrico entre un arriba y un abajo
. Este quiebre no obstante fué motivo de reflexión sobre la búsqueda del origen que Francisco Copello y Kurapel a su manera propusieron en los primeros días del festival. Desgraciadamente no había otros para reivindicar la historia.
El performista escénico, por llamarlo de algún modo- Carolina Jeréz con “Tajo” se instala en la separación entre sala y escenario pues busca un espacio constituido por el propio contexto, sea este institucional o sin inscripción. El performista del cuerpo- Marcela Rossen y Ricardo Castro (el Beso Público) busca una revelación que haga del cuerpo un escenario.
Esta cercanía no se presenta ya como gesto sin fin, sino como espesura cuya revelación surge como luz en un mundo de caos y tinieblas.
El Cuerpo del performista es una abertura, una suerte de umbral sin cortinas por done entra y sale cordura y sin razón.
Aquí se produce un extraño fenómeno; el performista de la escena juega con cordenadas que quedan presas en el lugar. El performista del cuerpo en cambio, en la ausencia del espacio institucionalizado añora el registro como un modo de pasar a la memoria, de inscribir la muerte en su cuerpo sin materia.
Habitar el espacio donde se encuentra el performista es aceptar la producción que compromete tan bien el cuerpo del que mira.. El espacio donde el sentido se juega su destino no es ni completamente público ni completamente privado, ni completamente referencial ni completamente imaginario. Este espacio así abierto por el performista, no le pertenece al poder y por tanto no es susceptible de límites ( calles, plazas, baños, zaguanes, mataderos, hospitales, todo es posible como en las utopías. )Es esta no pertenencia que lo hace inquietante. Así el performista inaugura una antipolítica.. Ahora hay que decir que el desconcierto del poder frente a este espacio sin soberanía, hace posible que la apropiación no se lleve a cabo en el imaginario como ocurre por ejemplo con el performista de la escena y con las artes del espectáculo (cine o teatro), sino que en el propio cuerpo del que mira la performance. De todas las formas de arte que surgen de la crisis de la representación en los años 60 esta es la que ha encontrado la mayor resonancia Este eco masivo del arte del cuerpo hizo que la apropiación se volviera expropiación por la moda. Los tatuajes, los ganchos, los clavos, las cirugías, los implantes, los colgamientos han encontrado masivamente adeptos volviéndose cultura; el arte de la vida. Sin embargo no pretendo descalificar estas acciones por que siento que detrás de ellas está el grito reivindicativo del sujeto que intenta afirmar una conciencia desde el dolor, su existencia negada en la sangrienta historia del siglo XX. Así la crisis de la representación se muestra ligada a la crisis del sujeto en una dramática puesta en escena o en una distanciada puesta en cámara ejecutada y organizada por el performista.
El festival actualizó el debate sobre el cuerpo mediatizado con la transmisión en directo desde España al estudio de Arcos en Santiago, los trabajos de Alberto Chinchorro y Miguel Palencare
Sus temas fueron la electricidad que el propio performista produce con un generador instalado en una bicicleta estacionaria que lo va electrocutando a medida que pedalea y por otra parte el tema de la asfixia del enclaustrado – enmascarado, que fuma sin otro propósito que llegar igualmente a su límite de resistencia o de su vida, en una carpa transparente, hecha para la visibilidad de esta autotortura
Se había previamente declarado por medio de la lectura de un texto que estas acciones no tienen sentido, que no buscan un propósito. Sin embargo para nosotros a este otro lado del planeta, se cargaron de una impactante relación con las escenas de tortura que se vivieron durante la dictadura. Creo que este hecho da cuenta de cómo la mediación crea en el espectador una apropiación que se hace en el imaginario del que ve. La mediación hace del acto mediado una diégesis cuyo sentido lo construye en su mente el espectador. El cuerpo mediatizado es entonces un cuerpo espectral, sin su materia, imaginario que se muestra y se oculta jugando con los códigos de visibilidad de un lenguaje audiovisual. En estos dos casos se trató de un plano secuencia que solo articuló los movimientos de la cámara o del zoom que iba del plano general a los detalles. La transmisión se presento entonces como registro que como sabemos dan una mayor “veracidad” a las imágenes. La ausencia de montaje descarta toda duda sobre la no reestructuración temporal y espacial de modo que el registro se presenta como absolutamente referencial.
sin estatuto de obra audiovisual. La simultaneidad temporal del acontecimiento y su recepción a distancia hacen del espacio, del cuerpo, una presencia doble, múltiple, pero sin otra materia que la materia del medio técnico. Es una suerte de impensable que logra hacer del acto original algo indefinido, que se confunde con sus replicas que solo tiene existencia en la escena digital. Brusco cambio de entorno, de modos de habitar; es un nuevo escenario para la performance.
Esto sin embargo no le impide al performista continuar su camino indagatorio gracias a esta capacidad de formar una activa participación de la comunidad que Gonzalo Ravanal se obstina en no abandonar. Sin esta porfía no tendríamos en Santiago más que el recuerdo de la performance, por así decir histórica a la cual las modas del momento todo le deben.
Presencia amenazada por su propia precariedad que ha tenido en estos años que enfrentar la indiferencia, la bondad o la cólera del poder.
Jaime Muñoz Cuevas. Noviembre 2004